Los primeros datos sobre el uso del aceite de oliva se remontan a 2500 años antes de Cristo. La economía cretense del reinado de Minos ya utilizaba el oro líquido, como ha quedado recogido en unas tablillas micénicas que han llegado a nuestros días.
En la Grecia clásica, los griegos establecieron medidas legislativas de protección del olivo, medidas que favorecían su cultivo y prohibían que se arrancase. En el caso romano, ellos fueron excelentes consumidores de aceitunas y aceite de oliva procedente de Hispania, fundamentalmente de la actual Andalucía, que ellos llamaban la Bética.
En diferentes civilizaciones, el olivo se ha ido considerando como un símbolo de paz y amistad, y al aceite de oliva se le han atribuido siempre importantes beneficios curativos, saludables para el organismo humano, e incluso de carácter religioso.
En la actualidad, la Unión Europea produce el 80% del aceite de oliva mundial, con una extensión aproximada de 2,5 millones de olivicultores.
En España
Aunque no se conoce con exactitud el momento en que comenzó el cultivo del olivo en España, se cree que fueron los griegos y los fenicios los que fueron introduciendo, en el curso de sus actividades comerciales, el oro líquido en la península ibérica. En época romana, el comercio del aceite procedente de los olivares españoles fue extendiéndose por todo el mundo romano. Se han descubierto muchas ánforas con la marca de la región española con mayor producción de aceite ya en esa época: la Bética.
En la época visigoda, también se conocen ejemplos de su uso cotidiano, igual que durante la dominación árabe del centro y el sur peninsular. Durante la edad media se pensaba que el aceite de oliva era un poderoso ungüento milagroso.
En el siglo XVI, Alonso de Herrera dedicó para de su tratado de “Agricultura General” a los numerosos olivares de la geografía peninsular, así como al uso del aceite. En el siglo XIX, el ferrocarril extendió la aceituna y el aceite por todas las regiones españolas. Hacia el año 1866, los franceses desarrollaron nuevas técnicas de fabricación.
Una grasa saludable
Entre todas las grasas, el aceite de oliva virgen extra (AOVE), es considerada la grasa más noble y saludable, gracias a una elevada calidad nutricional y a un sabor intenso, emblemático de la cocina mediterránea. Utilizando frutos de la mejor calidad, recogidos del árbol en el punto óptimo de maduración, a los que se aplican procesos mecánicos de presión o procedimientos físicos modernos, con el fin de extraer este maravilloso producto, sin ningún tipo de tratamientos químicos, lo que asegura el mantenimiento de todas las aportaciones nutritivas del fruto inicial.
Además de su extraordinario uso de cocina y gastronomía, también es conocida su utilidad como elemento protector del tracto intestinal, como laxante natural, así como remedio natural para la cicatrización de heridas y limpieza de la piel.